Gotas de Ausencia
(Micro-Relatos)
Rafael Midence-Ávila
Metempsicosis
Editores
Índice
1. La doble
muerte de un dios aburrido
2. Dos contra
todo
3. Cuando el humo
desaparece
4. Sueños no
soñados
5. Gotas de
ausencia
6. Así de súbito,
así de ilógico
7. La primera y
última puerta
8. Sin final
perfecto
9. Sobre el zig
zag de los sueños
10. Solo
caminando
11. Tras la
sombra de tus besos
12. De aquí a
ninguna parte
13. Nuestra
próxima parada será en el futuro
14. Dentro de las
máscaras vacías
Metempsicosis Editores
|
|
Midence- Ávila Rafael
|
|
|
Gotas de Ausencia (micro-relatos)
|
|
Rafael Midence Ávila. —
(Tegucigalpa)
|
|
Metempsicosis Editores, (2012).
|
Numero de p.
|
|
|
|
Colección:
|
|
ISBN:
|
|
|
|
|
1.-Narrativa
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Gotas de Ausencia
(Narrativa)
Rafael Midence- Ávila
Primera Edición, 2012
Metempsicosis Editores
Colección:
ISBN:
Tegucigalpa, Honduras.
Teléfono móvil del autor: (504) 95 69 95 10
Ilustración de portada: “Un Momento A Solas” (61x43 Cm - Oleo/Tela) del pintor Oscar O’hara, Chicago. USA. Correo
Electrónico: betanova@hotmail.com/
Tegucigalpa, Honduras.
No está permitida la reproducción total o
parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de
ninguna forma o por cualquier otro medio, ya sea electrónico, mecánico, icónico, virtual, por fotocopia,
por registro, por medio de moldes, calcos, ni en actos de remedos, ni por medio
de papel manteca, celofán, manila, en
hojas de nacatamales, en piedras de moler, papel higiénico, por medio de
clonación, ni espiritual, tampoco se permite comentarlo más allá de las
estrellas. De ninguna manera se les permitirá la transcripción, serán sometidos
a la pira de fuego, torturados en la dama de hierro, o serán condenados a la
burla de la plaza pública, queda claro, hasta el mismo autor está sometido al cumplimiento de estas y otras
restricciones, cúmplanse al pie de la letra. (Se agradece y permite la
divulgación si y solo si; cita la fuente.)
Breves
líneas de introducción para advertir a mis enemiamigos lectores:
“Pero, ¡Que hipócrita, me he vuelto con el
sueño! Jamás imaginé que al exiliarme de la nación de Morfeo, eyacularía letras
hoy… ¿Fecha?, ¿Día? No lo recuerdo, bueno no estoy seguro, pero el viejo reloj
de la sala, asegura que son las 2:47 de la mañana. Lamento mis extravíos y no
es una disculpa. Es pura cortesía barata. Mejor dejo ese asunto y sean
bienvenidos y bienvenidas a ésta; la primera y última de las reuniones donde no
esperaba invitados. Cómplices de lecturas y tertulias para tomar una copa de
vino sin alma, brindar por el sublime calor que me dejó la nada de tantas vidas
pasadas, mismas existencias tan efímeras, surrealistas y oníricas que aun no
alcanzo a recordar. Estas son unas pocas gotas de la terrible tormenta, enmarañada
de atisbos de absurda esperanza y de la consciente (eterna locura), donde al
final del día, solo sobrevivirá; entera, única, exacta y palpable: mi
ausencia…”
El Autor
La doble muerte de un dios aburrido…
A Kurt Kobain
(1967-1994)
Rojas estrellas iluminaron la silente
franela del firmamento, justo al lado del sitio de honor de Kurt. El mundo se
postró a sus pies y la luna fue su letrina espacial. Noches de hero-imaginación, necrótico
alcohol, depresión elevada al cubo más
infinito cuando mil novecientos sesenta y siete tiende a equis por cualquier
lado. El amor escapó por los micro-poros del retrete, sin prólogo ni epílogo.
El pentagrama del rebelde poeta de lo absurdo se enredó con versos
entrecortados y compleja confusión de notas musicales en busca de la muerte. El
mismo mundo de la exaltación y los triunfos inundó de lluvia, de pólvora, de
fuego, de cenizas y humo; el ocaso de un héroe que nació en el siglo
equivocado. Se cansó y no descansó. Un
día, cansado de sus 27 infiernos, murió de dos disparos, que el mismo se pegó;
frente al inconfundible espejo del aburrimiento.
Dos contra todo…
Desde que la vi, me
enamoré y supe que sería mía. Algún día estaría con ella. Me encantó su color,
la oscuridad de su piel, los finos detalles que la hacían sencillamente única.
¿Amor a primera vista? Quizá. Y quizá el paso del tiempo, el maltrato de duros
años y malos compañeros de antiguas vidas la hirieron de gravedad, pero
escondida entre tinieblas dio luz a mis abismos. Ahí, de pie y sutilmente
retocada lucía majestuosa, encantadora y dulcemente viva. Aguardaba por mí,
entre anónimas multitudes y compañeras de oficio… La cumbre de mis sueños. Ella
era la cima de mi vida. Extrañamente, soñé con ella, en la diminuta humedad de
mi temporal prisión en el vientre de mi madre, yo deseé una y otra vez, estar a
su lado y no separarnos nunca. Ya siendo adulto, ansié observar la total
masculinidad de mi ser, cuando penetrara en sus adentros y disfrutara hasta el
punto de la exaltación, la convulsión psicodélica de mis sentidos. Entraría
primero la cabeza de mi hombría. La penúltima noche de febrero logré perpetrar
mi épico plan, fuimos dos contra el mundo, el perfecto dúo que derrotó la
ausencia; felices por un instante, hasta que…
Terrible
accidente, - decían a través de sus letras los
micro-titulares de los diarios, la mañana del 29 de febrero - muere empresario, al impactar en su
camioneta Mahindra (de fabricación hindú), año 78, color negro con placa DIE
0713 contra un puente a desnivel en la capital…”
Cuando el humo desaparece…
El ocaso poco a poco,
lenta, muy lentamente devoró los últimos cabellos del sol. La luna emergió de
las profundidades del océano. Observé sus lácticos pezones. Dibujé una sutil
carcajada con las metáforas del cancerígeno deleite. A lo lejos una anciana se durmió para siempre
y las gallinas tragaron la ausencia de la luz. Encendí otro cigarrillo, a
duermevela disfruté el onírico circo espacial que trajo consigo la sombra
efímera de mi tabáquica respiración. Antes de que las agujas de mi corazón se
detuvieran eternamente, el humo de mi alma se exilió a la nación del
silencio.
Sueños no soñados…
La princesa, pasó toda
su vida soñando sueños no soñados. Cada sueño que soñaba era un sueño demasiado
irreal para su gusto por el buen dormir soñando. Cuando despertaba, el
caballero andante no estaba a su lado. ¿Cómo
hacer para traer mis sueños a la realidad? – Pensaba introspectiva. Cierta
noche se quedó dormida, sin hacer planes para soñar. (Porque antes de dormir,
planeaba estrategias para “movilizar” sus sueños a la realidad) Esa fue la última
vez que se supo sobre el misterioso caso de alguien que jamás existió ni en los
sueños ni en la realidad, pero pretendió (ser) soñar un sueño no soñado,
soñando que no era un sueño sino algo más parecido a la realidad. Como yo que
ahora sueño que estoy escribiendo un micro-relato sobre sueños y que usted lo
está leyendo. Nunca, porque odio esas pendejadas de escribir y más aun detesto
la literatura y sus artífices. (¡Ja! Yo escritor, es un sueño que jamás
soñaré…)
Gotas de ausencia…
El sol se dejó vencer
por la túnica de la luna. Cada estrella que irrumpió en la nocturna mesa de
billar, brilló como si fuera la última vez que alumbrarían el infinito. La
noche era fría y había tiempo. Cuando la lluvia se hizo presente, las lejanas
orquestas de grillos, los susurros de las lechuzas y el grito de las criaturas
de las tinieblas soslayaron la sombra de mi ausencia, atrapada entre las
lágrimas de la tormenta.
Así de súbito, así de ilógico…
El pintor no conseguía
darle color a sus sueños. La inspiración
ha muerto, se comentaba a si mismo frente a cualquier cristal que
encontraba. Una buena noche, de esas que hay que recordar con piedra blanca,
según criterios de Don Quijote, la musa descendió hasta el lecho de ocio. Horas
después su apartamento se había convertido en algo muy parecido a un circo (sin
payasos) y luego la alegría reinó entre los ceniceros saturados y las botellas
vacías, mientras creaba un nuevo lienzo, con la imagen en cuerpo presente de
una sirena que arrastró la última tormenta del pasado invierno.
La primera y última puerta…
Cuando ya había cruzado los cuatro
pisos del viejo edificio, notó que esa era la primera puerta. Una mano
temblorosa se deslizó lentamente por la baranda de las escaleras y atravesó el
umbral que lo condujo hasta más allá de la penosa existencia que llevó como
creador de versos, en tiempos de poetas muertos, donde nadie recordó sus
poemas.
Sin final perfecto…
Después de que centenares de lágrimas,
le laceraran las mejillas. Tomó un objeto de debajo de su cama. Lentamente
acercó la pequeña pistola calibre 22, a su cien. Se situó frente a la ventana
que daba a la calle los poetas muertos.
El pianista al que un dictador fascista (de apellido italiano) le mandó a
cortar las manos, vendía globos en el parque de Los Truenos, donde, un viejo y
desdentado perro callejero luchaba por devorar un hueso putrefacto. Se detuvo
un instante y pensó – Ellos aun le buscan
un sentido a la vida, se aferran a ella y yo solo por el engaño de mi novia
quiero suicidarm…
Accidentalmente, la pistola se disparó
y el poeta cayó al piso, mientras se le dibujaba una sincera sonrisa en su
ensangrentado rostro.
Sobre el zig zag de los sueños…
Cuando al fin obtuvo el título de
abogado. Se los envió a sus padres, adjuntó una carta donde les decía que él,
desde pequeño soñaba con escribir poesía surrealista y nada más. El padre
terminó por entenderlo (político de oficio, que siempre soñó con ser el
baterista de Pink Floyd o domesticador de dragones), la madre atrapada entre
bingos de beneficencia y cenas de sociedad, no le prestó mucha atención y le
auguró, en todo caso, la mejor de las peores suertes. Gaspar comenzó a borrar
la inocencia del papel con su bolígrafo, pero se dio cuenta que como poeta era
un buen abogado, ya que cada verso que creaba le recordaba a Vicente Huidobro,
a Juan Larrea, a Luis Buñuel. Arrojaba cada poema inconcluso al basurero. Allí
a ese omnívoro silencioso, fueron a parar los ecos de Rafael Alberti, de
Salvador Dalí, de Aldo Pellegrini y las sombras de Luis Cernuda, de Salvador
Novo, de Miguel Labordeta y Antonio Saura. En medio abrir y cerrar de ojos, se
le fueron las horas, los días, las semanas, los meses, (los años quizá) hasta
que descubrió que su cuarto se había convertido en una montaña no uniforme de
papeles arrugados con matices de piel de hiena, mezclados con agria tinta de
donde brotaban enormes escarabajos que garabateaban las esquinas de las hojas
como tijeras, chinches alocadas (como
ciborgs del siglo XXII) que danzaban al son del crujido producido por la madera
podrida, donde las ratas (mutantes a esta altura de la historia) se habían
comido las paredes, una de las patas de la mesa y el techo, dejando pasar las
nubes que lucían épicas en sus tonos verdes y rosados. El cadáver exquisito de
siete estrellas alumbradas con fragmentos de cualquier piedra filosofal, abrió
las puertas de la percepción y el ex abogado y ahora poeta Gaspar Locurhé, supo
que al fin la inspiración visitaba sus sueños.